Friday, February 09, 2007
Sobre "El Instante de mi muerte" y "La locura de la Luz", de Maurice Blanchot
Si toda comunicación es imposible, según la opinión de Lacan, poner en palabras lo indecible puede suponerse como idea análoga, cuando no similar. Aún así, este es el objetivo del arte, por lo menos a eso aspira la teoría del arte a la cual adhiero. Y estos dos textos, pequeños en tamaño e inmensos en concentración de sentido, son una acabada muestra de tal.
Un fusilamiento interrumpido provoca o confirma que la víctima ya está muerta, como si la muerte se mirase en el espejo de ese hombre que ante la inminencia de la finitud, encuentra de repente un sentido a su vida y siente una especie de “liviandad”, una liviandad que lo acompañará de allí en adelante: la muerte como espera, una amistad subrepticia que deja su impronta, una tregua en el sin sentido de la existencia. Esto se cuenta en “El instante de mi muerte”, los hechos transcurren en Francia, cuando los aliados ya han desembarcado. Y el perpetrador de este “despertar” es la guerra, la autoridad cruel de los vencedores que imponen la muerte para unos y la vida para otros, en este caso, el protagonista no es fusilado por la distracción de los ejecutores ante una batalla cercana y por creer a la posible víctima, perteneciente a una clase noble. La muerte y su simulacro, unidas en un brevísimo instante por la autoridad, esa autoridad que se respira también en el segundo texto, pero esta vez, quien somete al otro es la institución médica, que intenta encontrar en el paciente una ratificación a sus hipótesis: “se lanzaban sobre mis recortes de pensamiento” “interpelaban mi historia” dice el protagonista, mientras los “reyes” enloquecen tanto como él: ¿dónde está usted? ¿dónde se esconde?
Así, el silencio del examinado no es más que la causa última, un silencio que grita, las palabras se vuelven sobre sí y multiplican sus significados, la muerte, la vida, la ley, que provoca al desfasado dejándole tocar una rodilla, se re-componen en otras formas distintas a las establecidas, creando algo nuevo: literatura
¿Qué importa atender el teléfono, leer, ver a los demás pacientes dormirse luego de la administración de la ¿medicina?, si los ojos duelen ante la luz reveladora?¿Si esa luz promete que el peso de la vida no será para siempre?
“Cuéntenos como ha pasado todo “exactamente”, ordenan los médicos. El paciente los mira, se pregunta por qué no pueden entender su nulidad, su extrañamiento, entonces comienza, con esa mirada kafkiana que tiene de si mismo: “Yo no soy sabio ni ignorante. He conocido alegrías. Decir esto es demasiado poco…”
Otro relato, a pesar suyo.
Gustavo Di Pace
comentario aparecido en CAM (Cultura Argentina para Medios): www.cam-agencia.com.ar
Un fusilamiento interrumpido provoca o confirma que la víctima ya está muerta, como si la muerte se mirase en el espejo de ese hombre que ante la inminencia de la finitud, encuentra de repente un sentido a su vida y siente una especie de “liviandad”, una liviandad que lo acompañará de allí en adelante: la muerte como espera, una amistad subrepticia que deja su impronta, una tregua en el sin sentido de la existencia. Esto se cuenta en “El instante de mi muerte”, los hechos transcurren en Francia, cuando los aliados ya han desembarcado. Y el perpetrador de este “despertar” es la guerra, la autoridad cruel de los vencedores que imponen la muerte para unos y la vida para otros, en este caso, el protagonista no es fusilado por la distracción de los ejecutores ante una batalla cercana y por creer a la posible víctima, perteneciente a una clase noble. La muerte y su simulacro, unidas en un brevísimo instante por la autoridad, esa autoridad que se respira también en el segundo texto, pero esta vez, quien somete al otro es la institución médica, que intenta encontrar en el paciente una ratificación a sus hipótesis: “se lanzaban sobre mis recortes de pensamiento” “interpelaban mi historia” dice el protagonista, mientras los “reyes” enloquecen tanto como él: ¿dónde está usted? ¿dónde se esconde?
Así, el silencio del examinado no es más que la causa última, un silencio que grita, las palabras se vuelven sobre sí y multiplican sus significados, la muerte, la vida, la ley, que provoca al desfasado dejándole tocar una rodilla, se re-componen en otras formas distintas a las establecidas, creando algo nuevo: literatura
¿Qué importa atender el teléfono, leer, ver a los demás pacientes dormirse luego de la administración de la ¿medicina?, si los ojos duelen ante la luz reveladora?¿Si esa luz promete que el peso de la vida no será para siempre?
“Cuéntenos como ha pasado todo “exactamente”, ordenan los médicos. El paciente los mira, se pregunta por qué no pueden entender su nulidad, su extrañamiento, entonces comienza, con esa mirada kafkiana que tiene de si mismo: “Yo no soy sabio ni ignorante. He conocido alegrías. Decir esto es demasiado poco…”
Otro relato, a pesar suyo.
Gustavo Di Pace
comentario aparecido en CAM (Cultura Argentina para Medios): www.cam-agencia.com.ar