Friday, February 23, 2007
Autobiografía, por Roberto Arlt
He nacido el 7 de abril del año 1900.
He cursado las escuelas primarias hasta el tercer grado. Luego me echaron por inútil.
Fui alumno de la escuela de mecánica de la armada. Me echaron por inútil.
De los 15 a los 20 practiqué todos los oficios. Me echaron por inútil de todas partes.
A los 22 escribí el juguete rabioso, novela. Durante cuatro años fue rechazada por todas las editoriales. Luego encontré un editor inexperto.
Actualmente tengo terminada la novela Los siete locos. Me sobran editores.
Lecturas actuales: Quevedo, Dickens, Dostoievsky y Proust.
Curiosidades: me interesan entre las mujeres deshonestas, las vírgenes, y entre el gremio de los canallas, los charlatanes, los hipócritas y los hombres honrados.
Certidumbre dolorosa: creo que jamas será superado el feroz servilismo y la inexorable crueldad de los hombres de este siglo.
Creo que a nosotros nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad, y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de pena, para no salir a la calle a tirar bombas o a instalar prostíbulos. Peor, la gente nos agradecería más esto último.
El hombre en general me da asco, y tengo como única virtud el no creer en mi posible valor literario sino cinco minutos por día.
He cursado las escuelas primarias hasta el tercer grado. Luego me echaron por inútil.
Fui alumno de la escuela de mecánica de la armada. Me echaron por inútil.
De los 15 a los 20 practiqué todos los oficios. Me echaron por inútil de todas partes.
A los 22 escribí el juguete rabioso, novela. Durante cuatro años fue rechazada por todas las editoriales. Luego encontré un editor inexperto.
Actualmente tengo terminada la novela Los siete locos. Me sobran editores.
Lecturas actuales: Quevedo, Dickens, Dostoievsky y Proust.
Curiosidades: me interesan entre las mujeres deshonestas, las vírgenes, y entre el gremio de los canallas, los charlatanes, los hipócritas y los hombres honrados.
Certidumbre dolorosa: creo que jamas será superado el feroz servilismo y la inexorable crueldad de los hombres de este siglo.
Creo que a nosotros nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad, y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de pena, para no salir a la calle a tirar bombas o a instalar prostíbulos. Peor, la gente nos agradecería más esto último.
El hombre en general me da asco, y tengo como única virtud el no creer en mi posible valor literario sino cinco minutos por día.